Desde los comienzos de la producción de coches eléctricos, la autonomía ha sido el mayor reto al que han tenido que enfrentarse los fabricantes. Hasta ahora, hemos hablado de multitud de tecnologías de batería, pero la que nos ocupa hoy es la de las baterías de flujo.
Este tipo de batería se diferencia de forma significativa de aquellas que estamos acostumbrados a utilizar diariamente. En el caso de los coches eléctricos, estos se recargan conectándolos a un cargador que suministra la energía eléctrica necesaria para que la batería funcione. Sin embargo, las baterías de flujo funcionan usando dos compuestos químicos disueltos entre ellos y que se separan mediante una membrana. Estos dos compuestos son capaces de intercambiar iones que, al pasar al otro lado de la membrana, producen corriente eléctrica.
Por ello, es evidente que hacer uso de esta tecnología podría ser un proceso lo más cercano al repostaje de gasolina de los vehículos convencionales. Así, la tecnología de baterías de flujo se contempla como una de las más prometedoras para el futuro de la movilidad eléctrica. Sin embargo, todavía se enfrenta a un gran reto: las baterías que existen son demasiado grandes para integrarse en los vehículos y, aun así, cuentan con una baja densidad de energía.
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El primer coche con baterías de flujo
En este campo, NanoFlowcell, una empresa europea que creó una sucursal en Estados Unidos en 2022 debido a las atractivas condiciones establecidas por la Ley de Reducción de Inflación, ha anunciado el primer coche eléctrico que equipará este tipo de baterías.
Se trata del prototipo Quant 48VOLT, un deportivo eléctrico de 770 CV, con una velocidad máxima de 300 km/h y que promete una autonomía de 1.000 kilómetros gracias a la batería de flujo.
Este tipo de baterías contiene bi-ION, que no es otra cosa que agua salada. Sin embargo, no es el agua salada que todos conocemos, sino la que se obtiene mediante un proceso de purificación con sales metálicas y no metálicas. Aun así, como materias primas utilizables, tendrían valor el agua de mar e incluso las aguas residuales. Con ello, según NanoFlowcell, se obtiene un gran portador de energía.
Pese a que todavía no se han revelado todos los detalles acerca la batería, la compañía asegura tendrá una densidad energética de 600 vatios-hora, una cantidad que quintuplica a la que tienen las convencionales baterías de iones de litio.
Gran mejora de la autonomía
La gran autonomía que tendrían los coches eléctricos con baterías de flujo es sin duda la mayor de las ventajas. Además, el repostaje se haría igual de rápido que cuando echamos gasolina. Simplemente habría que llevar el coche a establecimientos donde se repostarían los líquidos necesarios en la batería en vez de buscar un punto de recarga público.
Como hemos ido viendo en los últimos tiempos, no todas las prometedores tecnologías relacionadas con la movilidad eléctrica llegan a establecerse. ¿Será el caso de las baterías de flujo?
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esperemos que funcione y sea barato. Muchos no desean tocar un cable para recargar el coche, en cambio no tienen miedo de coger una manguera que huele a gasolina o gasoil y llenar el deposito. Con lo peligros oque puede ser si algun pirado aprieta el gatillo y la manguera fuera de la boca del deposito. Con un poco de electricidad estatica ya tenemos incendio grave.