El vehículo eléctrico avanza imparable, lo hemos ido viendo a lo largo de los últimos años. Pero sus beneficios, especialmente por lo que se refiere a sostenibilidad y transición, parecen vincularse sólo con las zonas más desarrolladas. En este escenario, y como si no quisiéramos enterarnos de lo que ocurre, las baterías siguen dependiendo de materias primas que son tan claves como controvertidas, entre ellas, el cobalto. Y a él hace referencia nuestro título.
Debemos tener en cuenta que tres cuartas partes del cobalto que utilizamos salen de la República Democrática del Congo. Hace unos días, leíamos en un diario las terribles condiciones a las que someten a los niños en el Congo para extraer cobalto.
Las cifras son realmente aterradoras. Según Unicef: hasta 40.000 niños y adolescentes son explotados contra su voluntad para extraer el cobalto que requieren, entre otros, y sobre todo, los vehículos eléctricos.
En las minas del país africano, según la ONG:
“Puedes encontrarte incluso con niños de tres años, quienes se dedican a arduas tareas, lavado de minerales, excavación de terraplenes, recolección, clasificación y transporte de minerales. Miles de ellos trabajan contra su voluntad con medios rudimentarios”.
El cobalto: un metal clave
Actualmente, y a pesar de las investigaciones para reducir o eliminar su uso en las baterías de los coches eléctricos, el cobalto es una materia prima imprescindible. Sí, también es necesario para portátiles, móviles y tablets, pero las cifras no dejan lugar a dudas. Según el Cobalt Institute, el consumo de cobalto para vehículos eléctricos se disparó en más de un 60% interanual en 2022.
De hecho, un informe del citado instituto señala que los vehículos eléctricos acapararon más del 35% de la demanda durante 2022.
Como curiosidad añadida, el cobalto se utiliza para otros fines más allá de los citados. Así lo indica el propio Cobalt Institute:
“El cobalto también es un elemento bioesencial, que se encuentra en la vitamina B12. El cobalto se puede magnetizar y se usa para hacer imanes, incluidos imanes particularmente potentes cuando se alea con aluminio y níquel. Otras aleaciones de cobalto se utilizan en turbinas de chorro y generadores de turbinas de gas, donde la resistencia a altas temperaturas es importante. Las sales de cobalto se han utilizado durante siglos para producir colores azules brillantes en pintura, porcelana, vidrio, cerámica y esmaltes. El cobalto puede incluso usarse para tratar el cáncer”.
Y por si lo dicho fuera poco:
“El cobalto contribuye a una sociedad más verde al actuar como catalizador en las reacciones de desulfuración y al reducir la energía de activación necesaria para los procesos industriales”.
Desafíos del vehículo eléctrico
Los detractores de los vehículos eléctricos hablan de ciertos factores contrarios a su neutralidad. Los VE tienen cero emisiones mientras circulan, pero su fabricación, recarga y reciclaje, señalan, producen impacto medioambiental.
Es cierto que estos retos se pueden minimizar o anular con el tiempo e investigación. Es así. La producción de los coches eléctricos tiende a realizarse en plantas más sostenibles y que utilizan menos recursos naturales. Además, en la producción se puede utilizar energía verde, lo que favorece una fabricación con menor impacto.
Lo mismo ocurre con la recarga, que puede proceder de fuentes renovables, evitando así energía contaminante. En cuanto al final de la vida útil, el reciclaje, como parte de la economía circular que perseguimos, se va desarrollando y extendiendo. Especialmente importante es el reciclaje de las baterías por sus metales críticos, algo de lo que hemos ido hablando de vez en cuando.
Pero es evidente que lo que supone un hándicap es la propia materia prima que se necesita para producir un VE. Y entre las materias fundamentales, las necesarias para la batería, como el cobalto, el litio o ciertas tierras raras. Además, de cara al futuro, hay otros aspectos a tener en cuenta. Según un informe de la Agencia Internacional de la Energía:
“En un intento por asegurar el suministro de minerales, los fabricantes de automóviles, los fabricantes de celdas de batería y los fabricantes de equipos se están involucrando cada vez más en la cadena de valor de los minerales críticos”.
Y pensamos que se están asegurando su futuro y que eso tiene sentido. Pero el coste, si es como lo que vemos con el cobalto… ¿no debe forzar una estrategia que tenga en cuenta lo que ocurre?
El Congo y el cobalto
En el artículo del diario que comentábamos se habla de decenas de miles de esos pequeños que entregan su niñez y adolescencia a las minas de cobalto, de superficie o subterráneas. Los niños no sólo están esclavizados, sino que en ocasiones los arrebatan a sus propias familias para llevarlos a trabajar a las minas.
En todo caso, el panorama es demoledor se mire como se mire. No son sólo niños esclavos, sino cientos de miles de personas, entre adultos y niños, los que se enfrentan a la mina cada día: a sus riesgos, a su toxicidad, a las enfermedades que provoca la extracción, etcétera…
Pero hay más, la mísera paga que cobran los pequeños es vital para dar de comer a las familias. Y, todo, para que nosotros podamos conducir un eléctrico que no contamine.
Otro artículo se hacía eco del reciente viaje del obispo de Bilbao a las zonas mineras donde tienen actividad misionera. Al volver de la zona, dicho obispo, Joseba Segura, hablaba con un medio económico y afirmaba, entre otras cosas:
“Cada vez hay más distancia entre los que más tienen y los que menos”.
La propia diócesis ha incorporado en sus páginas un vídeo de YouTube. Señalan que es un reportaje publicado en DN (Democracy Now) a mediados de julio pasado.
Sobre dicho video, Joseba Segura indica:
“El protagonista del reportaje es Siddharth Kara, autor de un excelente libro sobre el tema titulado ‘Cobalt Red: How the Blood of the Congo Powers Our Lives’ cuya lectura recomiendo encarecidamente. Su contenido es demoledor. Este video es un pequeño resumen de lo que esa obra de investigación ilustra con detalle”.
Esperanza de futuro
Hay infinidad de proyectos por el mundo que tratan de evitar el uso de minerales críticos en baterías, es cierto. Y quizás nuestra esperanza se apoye un poco en las investigaciones. ¿Pero qué va a suceder entre tanto?
En la UE contaminamos menos, o al menos eso parece. Impulsamos el vehículo eléctrico para hacer más limpias nuestras ciudades, pero no vemos cuál es el coste de ello. Lo mismo hacemos pagando porque algunos países, no pertenecientes a la UE, produzcan hasta alimentos, a pesar de hacerlo tradicionalmente nosotros. Es simplemente porque nosotros estamos obligados a no contaminar y a no utilizar ciertos productos químicos. Pero si pagamos porque otros lo hagan, sin importar los contaminantes que utilizan o cómo los producen… ¿No estamos mirando hacia otro lado? Eso, en mi idioma, sí tiene un nombre.
Nosotros creemos en el vehículo eléctrico, no cabe duda. Buena prueba de ello es el propio nombre de nuestra web: Movilidad Eléctrica. Sin embargo, queremos unir nuestras voces a las del obispo mencionado y a las de muchos otros medios. No queremos que pase desapercibido lo que ocurre y confiamos en que quienes tengan esa potestad, hagan algo para evitarlo.
Consideramos que el coche eléctrico debe seguir evolucionando, sí, pero…. ¿De verdad debe ser éste el camino y a costa de lo que sucede en el Congo?
FUENTES. El Mundo. El Economista. Diócesis de Bilbao. Cobalt Institute. Agencia Internacional de la Energía.
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