Los climas más extremos siempre afectan al rendimiento de un coche de dos formas básicas, en su propio funcionamiento y en la climatización. Con los coches eléctricos y el calor ocurre exactamente lo mismo. En los días de canícula (cuando el verano tiene más días de elevadas temperatura) no solo sufrimos las personas, también los vehículos.
En los coches eléctricos no se produce como residuo tanto calor como en los térmicos, ya que son bastante más eficientes. Sin embargo, hay un elemento cuyo rendimiento está afectado directamente por el calor: las baterías. Todo lo que implique altas intensidades de corriente eleva la temperatura por encima de lo que lo hace el propio ambiente.
En los modelos refrigerados por aire, puede haber pérdidas de rendimiento si las celdas se calientan mucho, especialmente si se demandan aceleraciones fuertes y se hace un uso intensivo de la frenada regenerativa. En su máximo exponente, circulando en circuito, puede haber pérdidas muy notables de potencia si la electrónica considera que la temperatura sube mucho, a modo de protección.
Pero los modelos refrigerador por líquido aguantan mejor, ya que son capaces de disipar más calor a través de un radiador, si bien no son inmunes a este problema. Incluso en épocas que no son de calor extremo, una conducción especialmente exigente puede acabar en una pérdida de rendimiento. Para la mayoría de los conductores, esta pérdida de rendimiento se limitará a unos kilómetros de autonomía, nada más.
Otro elemento sometido a cierto estrés térmicos es la electrónica de potencia, los motores no suelen ir refrigerados. En algunos modelos, si se indica como destino un punto de recarga, la electrónica de potencia prepara las baterías para que estén a la temperatura óptima para que la potencia no disminuya. A esto se le llama preacondicionamiento de batería y evita perder tiempo en el proceso.
Las baterías sufren más a nivel térmico con las recargas de alta potencia, ya que se manejan intensidades más altas. Además de la subida de temperatura, que es inevitable, algunas químicas son más vulnerables a nivel microscópico, pues se forman estructuras indeseadas que van limitando el rendimiento. A este fenómeno le llamamos degradación, y es más intenso al combinar recargas rápidas con temperaturas elevadas. La degradación va reduciendo capacidad útil en las celdas.
Por otro lado, otro factor que tiene que ver con las altas temperaturas es el de la climatización. Mantener el habitáculo a una temperatura controlada mediante aire acondicionado tiene un peaje en términos de energía, grosso modo 1 kW de potencia en condiciones normales, y 2-3 kW cuando pedimos el máximo flujo de aire frío al climatizador.
Esto no significa que merezca la pena llegar sudando para ahorrar energía, porque el ahorro es en términos netos muy pequeño, y se eleva el riesgo de sufrir un golpe de calor. Lo más inteligente, a más de 50 km/h, es llevar las ventanillas cerradas y el climatizador a una temperatura moderada, 20 a 24 grados, con recirculación forzada.