La energía solar es una de las principales fuentes de electricidad renovable, libre de carbono, pero con el inconveniente de que ocupa superficie. Una forma de solventar esto último es colocar paneles solares encima de infraestructura o edificios existentes, como carreteras, canales de agua e incluso tejados.
¿Y si hablamos de carril bici? La ciudad alemana de Friburgo de Brisgovia, con la colaboración de Badenova, comenzó en noviembre a colocar paneles solares en un tramo de 300 metros sobre una estructura de acero galvanizado por encima del carril bici. Supone una diferencia importante sobre el primer carril bici solar, instalado en Holanda, donde los paneles solares están por debajo de la superficie de rodadura, aunque con medidas para que no haya un impacto en la circulación ni el agarre.
El proyecto alemán contempla la instalación de 912 módulos fotovoltaicos a lo largo de 38 segmentos, o 24 módulos por segmento. La potencia pico será de 282,7 kW y generaría a lo largo del año unos 280 MWh. Según el consistorio alemán, sería suficiente para cubrir las necesidades anuales de más de 180 personas. Su inaguración la podremos ver próximamente. Friburgo es una ciudad particularmente amistosa con el ciclista y cuenta con una extensa red de carriles para bicicletas.
Tenemos un precedente en Corea del Sur, concretamente en un carril bici entre Daejeon y Sejong, al sur de la capital, Seúl. Este carril bici de doble sentido se ubica entre las calzadas de una autopista, con medidas de protección, y tiene una longitud de 32 kilómetros. Este diseño tiene la particularidad de que discurre paralelo a la autopista y que tiene accesos y salidas subterráneas. La energía obtenida se dedica al sistema de iluminación de la vía y para puntos de recarga para coches eléctricos.
Aunque las ventajas puedan ser evidentes en cuanto a producción de energía y reducción de emisiones con un mínimo impacto en el uso de superficie, conviene analizar otros aspectos. Por ejemplo, en el caso de Friburgo la estructura sobre el carril está sostenida sobre mástiles de acero. En el desafortunado caso de que un ciclista se acerque demasiado por despiste, intentar esquivar a otro ciclista o a un peatón, puede haber lesiones personales. No sería el caso del ejemplo holandés, ya que el carril bici no está delimitado físicamente. Y el carril bici surcoreano parece más ancho, reduciendo dicho riesgo.
Por otro lado, hay que tener en cuenta la climatología. El carril bici holandés no ofrece ninguna protección contra los elementos, las soluciones coreana y alemana sí. En Corea del Sur el verano es más intenso, y solo con tener protección contra un sol abrasador o lluvia es muy relevante a lo largo de 32 kilómetros. En Friburgo la protección es más breve (300 metros, de momento) y no marca una gran diferencia.
Cómo no, también hay que tener en cuenta la relación coste/beneficio. El carril solar holandés podría estar amortizado en 15 años, dado lo costoso de su construcción. Teniendo en cuenta todos estos factores, un carril bici de este tipo puede ser buena idea si aporta más seguridad al ciclista (o no la empeora), si puede tener una justificación económica y un beneficio para la comunidad. Si es así, bienvenido sea.