Tienen cuatro ruedas, un volante, pedales (dos en este caso)… por lo que, en teoría, conducir un coche eléctrico es exactamente igual que hacerlo con uno de combustión. En la práctica no es así, las particularidades mecánicas de los enchufables exigen una pequeña adaptación para sacarles el máximo partido
Lo primero que llama la atención al poner en marcha un coche eléctrico es el silencio. No es total, porque por Ley a bajas velocidades todos los enchufables deben emitir un ligero sonido pata advertir a los peatones de su presencia; pero cuando aprietas el botón es posible que hasta llegues a dudar de si has accionado el motor porque no hay ni vibraciones ni ruidos.
Lo segundo es la ausencia de una palanca de cambios tradicional y de pedal de embrague. No encontrarás un eléctrico con cambio manual de marchas, simplemente porque no lo necesitan. Y esto no es un inconveniente, sino todo lo contrario: requieren menos mantenimiento y se pueden conducir con el permiso para coches automáticos, en teoría, más fácil de superar.
Ahora bien, aunque no tienen marchas lo habitual es que ofrezcan varios modos de conducción (normalmente modo estándar, modo de alto rendimiento y modo eco para bajo consumo de energía). Es importante aprender lo que da de sí cada uno y para qué momentos es adecuado.
La tercera sorpresa llega al pisar el acelerador y, ojo, esto no hay que tomarlo a broma. Los eléctricos entregan todo el par motor desde el primer momento lo que se traduce en un mayor poder de aceleración. Si conduces un eléctrico de 45 CV el tirón no será muy fuerte, pero un conductor sin experiencia puede verse sorprendido por la fuerza de un motor eléctrico de más de 100 CV.
Conducir un coche eléctrico con un solo pedal
En algunos modelos eléctricos es posible conducir con un solo pedal, dejando el freno exclusivamente para evitar colisiones. Levantando el acelerador se consigue decelerar, pisándolo a la mitad el coche avanza casi por inercia, y pisando más se transmite potencia a los motores. Resulta bastante más cómodo conducir así, aunque hay que hacerse a ello y no tener la tentación de pisar el freno con el pie izquierdo.
En cuanto al pedal del freno, sí, sigue sirviendo para frenar, pero los primeros milímetros de recorrido del pedal sirven para recargar energía a través del motor. En vez de accionar los discos y/o tambores, el motor eléctrico se opone al movimiento para recargar. Cuanto más se pise el pedal, más se opondrá y más recargará, hasta que entren en funcionamiento los frenos convencionales.
Recargar al frenar
Todo conductor de coche eléctrico está obligado a llevarse bien con la frenada regenerativa. Esta tecnología se inspira en los “Kers de la Fórmula 1” y permite recuperar parte de la energía que producen los frenos al reducir la velocidad, almacenarla en la batería y volverla a ponerla a disposición del motor. De esta forma, se reduce el consumo de electricidad, aumenta la autonomía y bajan las emisiones contaminantes.
Modo B, el botón ‘mágico’ de los coches eléctricos para aumentar la autonomía
Dicho de otro modo: esta tecnología lo que hace es aprovechar la energía cinética que se produce en las deceleraciones (cuando se reduce la velocidad) y frenadas (cuando se pisa el freno) para devolverla a la batería. La siguiente infografía lo explica con más detalle:
En algunos modelos, el sistema de recuperación de energía funciona de manera automática, sin que el conductor pueda actuar sobre él. En otros, el coche permite al conductor seleccionar en qué medida quiere recuperar energía.
En estos últimos es habitual encontrar un botón (normalmente identificado con la letra ‘B’) cerca de la palanca de cambios. En otros modelos el modo B se activa desplazando la palanca de cambios ligeramente a la izquierda, con un segundo toque hacia abajo o desde las levas del volante.
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Periodista de cuándo se maquetaba con tipómetro (no, no hace tanto...). Toda una vida dedicada a escribir sobre cómo la movilidad cambia (para bien) la vida de las personas. Ahora, con enchufe